6 de abril de 2009

La crisis de la enseñanza del derecho notarial

La enseñanza del derecho y específicamente del derecho notarial y registral en nuestro país se encuentra mal planteada, basta dar un vistazo a los datos estadísticos en el Juzgado Notarial y el Tribunal de la misma materia, con seis mil casos de circulante aproximadamente en el primero y un número muy elevado de profesionales denunciados.
¿Pero por qué es que sucede esto? ¿Acaso se trata de notarios que tratan de defraudar la fe pública que en ellos se ha depositado adrede o más bien de profesionales que cometen yerros por desconocimiento, descuido o negligencia en la función?
Antes de contestar esta pregunta capciosa con trazas de ser afirmación, echemos un vistazo a la enseñanza universitaria en el campo que nos compete. De lo que recuerdo en mis años de alumnado en la Universidad de Costa Rica, a parte de los buenos momentos al lado de compañeros y los ratos amenos discutiendo entre recreos y escapadas de las clases que no nos atraían; el derecho notarial, que sobra decir no ocupaba, al igual que hoy pienso yo, los primeros lugares en las preferencias de los estudiantes en cuanto a deseos de aprender y desempeñar, hacía que pocos de nosotros tuviera una noción de a lo que nos enfrentaríamos en un futuro.
La materia transitaba entre hacer un protocolo con algunas escrituras machoteras que nunca se corrigieron, y la discusión del por qué el nuevo código que se discutía en la Asamblea en ese entonces no era adecuado a nuestros intereses pues trataba de limitar el número de notarios que ejercían mediante la exigencia de un posgrado.
Apenas si tuvimos algunos fundamentos puramente teóricos de lo que el notariado como disciplina jurídica exigía y no pasamos más allá de ver la amenaza de tener que pagar un monto supérfluo por un "fondo de garantía" que no garantizaba nada.
Más adelante en mi carrera, al tener ya que enfrentar la competencia del exceso de oferta en el derecho, con la creciente presión de la necesaria especialización y ante la frustración de no tener una idea clara de qué hacer con aquél título "extra" que me habían otorgado por cursar los cinco años de estudios universitarios, decidí iniciar una aventura académica en la Maestría en Derecho Notarial y Registral de mi querida "alma mater".
Para mi sorpresa, aquella materia olvidada y que yo pensaba no iba a ser más que un "plus" en mi función de abogacía, se convirtió poco a poco en una fuente de interés y de descubrimiento de elementos muy interesantes y peculiares que no coincidían con la práctica cotidiana que ya había podido palpar en las oficinas de colegas y la mía propia hasta ese momento.
Ideas locas como la de la imparcialidad de la función, la unidad del acto, el sistema de seguridad jurídica y muchas otras que los profesores de la Maestría nos enunciaban en las aulas no aparecían en la realidad del ejercicio notarial.
A partir de allí empecé a tomar conciencia de lo mal que se ha enseñado el derecho notarial en nuestra Universidad y en algunas otras universidades fuera de la tutela obligada que nuestro esquema estatal, al menos aparenta.
El derecho notarial está siendo enseñado mediante mecanismos poco modernos, machoteros y que no generan conciencia crítica entre los estudiantes, pocas veces se cuestiona la práctica cotidiana de los mismos notarios y se da por un hecho que ya todo está inventado en torno a la escritura pública.
A ello se debe aunar el poco o nulo apoyo que el estudiante tiene para poder adquirir los conocimientos prácticos en materia notarial, si bien se pensó un transitorio de dos años de espera mientras se estudia un posgrado para poder ejercer de manera práctica, nunca se han dado formas y opciones de práctica a quienes quieren optar por el puesto.
Los posgrados que se ofrecen en el ámbito nacional son caros, en muchos casos sus programas responden más a necesidades de ejercer por parte de quienes los cursan en el menor tiempo posible y esto repercute en el bajo nivel de exigencia y de aprehensión por quienes intervienen en ellos.
Para cerrar este círculo vicioso, los profesores que imparten los cursos, en muchos casos no son especialistas en la materia, o bien si lo son, no tienen nociones de didáctica y pedagogía que les permitan transmitir de manera efectiva los conocimientos a sus estudiantes, lo que provoca que en algunos casos se quiera llevar la enseñanza a otras áreas del derecho que si bien son muy provechosas no llenan los vacíos prácticos que los profesionales notariales evidencian, y por otro lado que los estudiantes se limiten a conseguir el objetivo de pasar el curso, ganar el semestre y obtener la especialidad para poder ejercer, pero sin la especialización en el conocimiento que se busca.

Para terminar esta disertación sobre el tema propuesto, debemos decir que la enseñanza del derecho notarial no responde a ningún estudio de necesidades realmente palpable, no se han tomado en cuenta las investigaciones de los especialistas, las estadísticas que se obtienen de la práctica cotidiana, ni los diagnósticos de los problemas logísticos o de fondo del acceso a la función.

Seguimos debatiendo a diez año del cambio, si estuvo bien o no, si se debe mantener o no y sobre todo con las recientes decisiones de la Sala Constitucional, si será sostenible o no. El notariado en nuestro país se ha plagado de intereses económicos que le impiden desarrollarse libremente, debemos cada uno de nosotros tomar conciencia de que los posgrados en la materia deben responder a una verdadera especialización en el campo, que no puede ser un requisito más que se consigue pagando por unos cuantos cursos que sustituyen a los de la Licenciatura, que se requieren debido a la importancia de la función que se ejerce y que van en relación a un estatus que debemos rescatar, el de depositario de la confianza pública.

Hoy más que nunca, debemos conseguir esa representación de nuestra función notarial en la sociedad y en el ámbito académico, necesariamente se debe cambiar el rumbo de la enseñanza del derecho notarial hacia una concepción más humanista, más íntegra y más real.