Desde inicios del 2010 se ha variado la conformación de la institucionalidad del notariado costarricense, como parte de una modificación que pretendía ahorrar presupuesto y ordenar la contabilidad del Poder Judicial, la Sala Constitucional ordenó la separación presupuestaria de la Dirección Nacional de Notariado de éste poder. Ello evidentemente implicaba la salida de esta Dirección del Poder Judicial.
Sin entrar a profundizar los motivos o las causas de esta decisión, en la cual a nuestro parecer mediaron algunos intereses más allá de los económicos o jurídicos, lo cierto es que se determinó por parte de los señores Diputados (as) de la Asamblea Legislativa del periodo 2006-10, que se crearía un Consejo Superior Notarial, el cual estaría adscrito al Ministerio de Justicia pero con Independencia Funcional.
A más de 7 meses de creada la figura, lo cierto de los hechos es que no se ha podido avanzar más allá de una nomenclatura y supervivencia del notariado en Costa Rica, no ha habido posibilidad de una organización o de lineamientos claros en la nueva visión que se quiere para la actividad notarial, no hay personal, no hay recursos en fin parece, no hay interés en rescatar al notariado de esta horfandad en la cual ha vivido los últimos años.
Pareciera cierta la frase lapidaria que en algún momento oímos mencionar a un distinguido jurista del campo notarial que nos comentaba que el problema del notariado costarricense se resumía en que: "a nadie le interesa", pareciera, que a los encargados de realizar esta labor de orden y de depuración del notariado en nuestro país, se les acaban los medios y las ideas. Es una lástima saber que tan importante labor es desdeñada por quienes deberían de cuidarla, y no me refiero a los señores miembros del Consejo, quienes con toda la buena voluntad han accedido a tratar de poner los remiendos de este barco que se hunde poco a poco, sin siquiera materiales para trabajar, no por el contrario, me refiero a los diez mil notarios activos que cada día acaban un poquito más con el notariado, a los que no les importa más que recibir la escritura inscrita y a los que... y me incluyo en ellos..., nos sentamos a ver el triste espectáculo que genera, la labor del profesional del buen nombre por excelencia, acabándose en los intereses de unos cuantos.
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